Los libros son para leerlos, no para atesorarlos y que críen polvo. La gente que más los guarda y recuenta no es la que más apego tiene a lo que dicen [...] Lo que tienes que hacer tuyo y entretejer con tu vida es lo que dicen. Cuando vale la pena, claro. Se llega a crear una simbiosis entre lo que has leído y lo que vas viviendo y pensando que, a veces, da miedo.

El libro luego es como la sepultura de un ser querido, le vas a poner flores, pero no sirve de nada. Su alma no está allí, revolotea por los lugares en donde dejó su semilla. O sea, dentro de nosotros.

"La Reina de las Nieves". Carmen Martín Gaite
























Unha casa de meu.

Un piso non. Un apartamento que dea atrás non. A casa dun home non. A dun pai non. Unha casa de meu. Co meu pórtico e a miña almofada, as miñas preciosas petunias púrpura. Os meus libros e os meus contos. Os zapatos agardando a carón da cama. Sen ter que perseguir cun pau a ninguén. Sen ter que recollerlle o lixo a ninguén.

Só unha casa silenciosa coma a neve, un espazo ao que poder ir. Limpo como o papel antes do poema.


"A casa de Mango Street". Sandra Cisneros.








La gente vive un poco como los ciegos y, por lo general, eso le basta. Incluso diría que es cuanto persigue, evitarse quebraderos de cabeza y preocupaciones, llenarse la panza, dormir, meterse entre los muslos de su mujer cuando le hierve la sangre, hacer la guerra porque le dicen que hay que hacerla y luego morirse sin saber lo que hay después, pero esperando, pese a todo, que haya algo. A mí, desde muy pequeño, me gustan las preguntas y los caminos que llevan a las respuestas. Por lo demás, a veces, acabo no conociendo más que el camino, pero eso no es tan grave: ya he avanzado.

"El informe de Brodeck". Philippe Claudel.





Es el silencio lo que te revolverá el estómago, lo que te empujará a rechinar los dientes, a tensar las mandíbulas, el silencio lo que extinguirá poco a poco la llama falsa de la esperanza. El silencio absoluto de cuando lanzas una señal de radar tras otra a la oscuridad, a las profundidades, y luego esperas a que regrese. Y esperas y esperas, y solo obtienes silencio.

"El poder del perro". Don Winslow.




Cuando nací la Naturaleza puso un huevo en mis ojos. Con el calor de mi cuerpo y el paso del tiempo, el huevo fue madurando hasta que, a los siete años, nació esa mirada asombrada por la vida y, hambrienta, comió libros de aventuras, colores de Matisse, canciones de los Beatles, cubismo, poesía de Lorca, la desnudez de Bergman, los sueños de Fellini... Creció hasta que pudo volar y salir de mi.
Ahora ya soy adulta, ha madurado y solo veo lo que mis ojos ven.

"Ahora sólo veo". Eva y Lilith. Oscar Garibaldi.




Com o tempo aprendí que o ciúme é un sentimento para proclamar de peito aberto, no instante mesmo da sua origem. Porque ao nascer, ele é realmente un sentimento cortês, deve ser logo oferecido á muller como uma rosa, senao, no instante seguinte ele se fecha em repolho e dentro dele todo o mal fermenta.
"Leite derramado". Chico Buarque.


















Soy una quijota que aprendió en las batallas de la vida que si las victorias son un espejismo también lo son las derrotas. Gioconda Belli.
"La cenicienta que no quería comer perdices". Nulila López y Myriam Cameros.






Non hai nada que distinga aos recordos dos demais momentos. Só os recoñecemos despois, polas cicatrices que deixan. Chris Marker.

"Acórdome". Zeina Abirched


Eu era verde e feliz... un pouco gorda, se acaso. [...]
O peor, con todo, é esta mala cor que agora arrastro, que se me vise miña nai xulgaría que tomo algo, que vou máis esbrancuxada cun cisne e xa non me esvara a auga pola pel coma antes, que agora a miña pel é tan fina que non podo rozar coas silvas sen que o sangue asome. Por certo, o sangue abrolla quente das feridas, que debo estar enferma, enfebrecida e rara; así me vexo eu, rara, porque eu tiña o sangue exactamente á temperatura da auga, e iso permitíame estar sempre moi segura das miñas decisións, respondendo con flegma ás situacións da existencia, que son múltiples. Máis agora, con este sangue quente que non para de percorrerme e me nubra a vista...

"Benquerida catástrofe". Teresa Moure